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Wednesday, August 3, 2016

El Donald Vs. Hillary


“Ustedes saben cómo es El Donald, siempre consigue lo que quiere”, repetía hasta el cansancio en múltiples entrevistas su entonces esposa Ivana Trump (nacida Zelnicková). Desde que llegué a estas costas, crecí, es un decir, paralelo al desarrollo de la imagen de Donald Trump.

Dada su ejecutoria en los años ochenta, la imagen indeleble que de él me queda es la de un payaso mediático, un multimillonario farandulero, hijo de papá, dedicado a construir casinos, campos de golf, edificios lujosos y concursos de belleza. A medida que pasaba el tiempo se sumó su historia de bancarrotas y escándalos matrimoniales. La curiosidad me llevó a visitar Atlantic City, ciudad con la cual primero choqué en el excelente filme del mismo nombre, dirigido por Louis Malle y actuado por Burt Lancaster, que la presentaba en total estado de depauperación. Trump reclamaba haberla levantado de las ruinas. Cuando fui, me provocó repulsión. Es cierto que un casco central muy pequeño se encontraba revitalizado por un par de casinos, pero si se daban apenas unos pasos, la ruina y la depauperación se hacían inmediatamente presentes.

Después sucedió su programa de televisión. El aprendiz, en el cual acuñó y patentizó su famosa frase: “You’re fired”. Todo muy ligero. El desempleo para disfrute de los televidentes. Nada de aspiraciones políticas, aunque coqueteó con llegar a la Casa Blanca como candidato del Partido Reformista en 1999 partido que abandonó cuando a este se sumó David Duke. Fue luego demócrata, republicano, independiente y finalmente republicano otra vez. Tuvo muchas relaciones con políticos, pero solo como parte de su necesidad para lograr influencias favorables a sus negocios, pero nada de eso tiene que ver con la imagen que de él me formé, justa o injustamente.

Pero como decía Ivana, siempre consigue lo que quiere y ahí tenemos a El Donald de candidato presidencial republicano, muy a pesar de los que dirigen su partido. Lo consiguió gracias a su imaginación mediática, capturando nuevos votantes y grupos demográficos que dentro de su partido se sentían marginados. Se alzó a pesar de haber sido inicialmente ignorado y minimizado por sus contrincantes. Nunca lo tomaron en serio.

Por el otro lado esta Hillary Clinton, una mujer que está en el ojo público de la política americana desde que en 1979 su esposo Bill, logró la gubernatura de Arkansas. Una muchacha de clase media alta, típico producto de los suburbios del medio oeste, una exitosa abogada, declaradamente dedicada al derecho de los niños, pero con grandes ansias de poder.

Clinton es una politiquera de alto vuelo que hace lo que sea por mantenerse en las altas esferas de influencia política. Asociada estrechamente a las firmas de abogados corporativos a los cuales defiende hasta la muerte. En 1993, encargada de llevar a cabo el plan de reforma de la salud de su esposo, el entonces Presidente Clinton, su mayor logro fue desviar el plan para acomodar los intereses de las compañías de seguros que representaban sus amigotes. Consiguió poner el control de la salud en manos de los aseguradores, sin velar por los intereses de los pacientes y de los profesionales proveedores. Su desempeño causó grandes litigios y demandas que fueron necesarias, en varios estados, para aflojar el injusto control que entregó a las compañías de seguros. La sufrí en carne propia.

Cualquier oportunidad es buena para ella. Se postuló como senadora de un estado en el cual nunca vivió y salió triunfante. Por exceso de confianza, trató a Obama como los republicanos trataron a Trump y perdió las elecciones contra él. Luego, vieja avezada, se le alió como Secretaria de Estado. Ahora recurre a su ayuda para estas elecciones. Esa es la imagen que me he formado, justa o injustamente, de Hillary Clinton.

Pocas veces se han enfrentado, en la política americana, dos adversarios más despreciables y despreciados. Lo indica además, los altos índices de desaprobación que ambos poseen. Sin embargo, para su base de votantes, nada de lo que hagan o digan afecta su fidelidad. Hechos y realidades no influirán en su voto. Cada cual tiene garantizada su porción. La pasión de los extremos garantiza una lucha hostil y feroz como nunca antes se había visto. Es el choque de dos ancianos sedientos de poder.

Estas elecciones pudieran ser las más disputadas en la historia de los Estados Unidos. Recuerdan las de Kennedy contra Nixon en 1960, en las cuales Kennedy solamente tuvo unos cien mil votos más que Nixon, aunque por las características de las elecciones americanas, Kennedy obtuvo 303 votos electorales contra 219 de Nixon. También recuerdan las del año 2000, en las cuales Gore obtuvo medio millón de votos más que Bush, pero perdió por cinco votos electorales (271 vs. 266). Ya se sabe la disputa sobre fraude en la Florida, pero eso lo resolvieron las cortes, aunque la sombra de la duda persista.

Estas elecciones la decidirán los indecisos. Los debates entre Trump y Clinton serán de gran importancia. Hillary, más taimada, tiene de antemano ventaja sobre El Donald, excesivamente locuaz y proclive al insulto, lo cual le puede alienar muchos votantes neutros e incluso de su partido.

Por otra parte, dadas las características de los colegios electorales, los demócratas siempre arrancan con ventaja. Protestar de esto es absurdo, pues es un sistema adoptado por ambos partidos. Trump tiene una tarea difícil.

Olvídense de las encuestas de popularidad. Para poder ganar las elecciones, El Donald tiene que ganar Ohio, Pennsylvania y Florida. Si pierde uno solo de ellos, no puede remontar la desventaja electoral de su oponente, que tiene casi asegurados California y Nueva York, los cuales suman 84 votos entre ambos, casi la tercera parte de los 270 necesarios para ganar las elecciones. No voy a cansar a nadie con la supuesta distribución de los restantes votos.

Pennsylvania es un estado tradicionalmente demócrata, pero que en estos momentos se encuentra desilusionado y los candidatos están muy parejos. Ohio es también muy apretado. Los centros urbanos son demócratas, sobre todo Cleveland y Columbus, pero el resto del estado es mayormente republicano. El problema para El Donald aquí es que el gobernador Kasich, su contrincante en las primarias, no lo apoya y le hace una oposición pasiva que puede llevar a muchos votantes republicanos a no votar, o a votar contra él. La Florida es difícil de pronosticar.

En realidad, quizá Ted Cruz tenía razón cuando dijo “voten con su conciencia”. Eso es lo que tendrá qué hacer esa masa insatisfecha de indecisos que van a definir el resultado. Quizá quede decidido por la ideología y la idiosincrasia de cada cual. Este grupo elegirá lo que para ellos representa el mal menor. Los próximos cuatro años serán, para muchos, una dosis diaria de purgante político.

¿Están tan mal hoy en día los Estados Unidos? No. El que lo crea, se le olvidó la historia. Para no ir muy lejos, recuerden los setenta, que vieron desfilar el escándalo de Watergate, la renuncia de un presidente, que fue el golpe más duro dado a la presidencia, la crisis del petróleo, el incremento de las guerrillas en Africa, el triunfo de los sandinistas, la crisis de Irán, la instauración de férreas dictaduras de derecha en América Latina, los casos de Etiopía, Angola y Afganistán.  Sin embargo, de eso y muchas cosas más (como la música disco), rebotaron los Estados Unidos.


Roberto Madrigal

3 comments:

  1. Excelente! inspira a la reflexion. Gracias Roberto Madrigal.

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  2. Los golpes más duros a la presidencia han sido los asesinatos de presidentes.

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  3. Pudieramos prestarles a Trudeau. Que tu piensas de la idea?
    Tu amigo del norte.

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